Niña, no te equivoques.
No confundas más los accidentes
con el trazo del destino.
Calla tus ojos ahora,
no admitas húmedas palabras
perlas que resbalan
hasta el fondo de tu pecho.
No dejes que griten, ¡no!
tus manos nerviosas,
pues te arriesgas a perder
la firmeza de su tacto.
Niña, no des mal paso.
Puedo ver ahora en tus pupilas
aleteos de golondrinas,
cadencia de latidos.
¡No te equivoques!
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