El deseo siempre retorna
para encontrarme sola.
Se asoma en la locura
y me envuelve mil veces
antes de marcharse con el sueño.
Después el dolor de lo real
y de sacar este fuego
como veneno que moja mi cara:
encuentro el llanto sin motivo
queme amarga las noches
de hermosa luna llena.
Le temo a este deseo
que me rebosa la carne
el deseo sin objeto que me consume.
Y ¿qué, si no me importa
lo importante, sólo
la sensación burda, quemante,
del estar viva?
Salgo del paraíso artificial
de las palabras que me cubren
de la agudeza de las miradas
porque me son inútiles
para aprehender mi inquietud.
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