Hay días que los pies pesan
por una gravedad exponencial
que te pega el alma al suelo
hasta casi desaparecer.
Hay días hechos de humo
espeso y de sal,
de niebla que te corta
aunque ella podría cortarse.
Hay días que amontonan
piedras en tu boca
que te ahogan y saben
a la derrota premeditada.
Esos días marchitos
que te susurran muy cerca
¡muerte!
cuando más vivo te sientes.
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